Cada vez son más los detractores de la Navidad pero me resisto a formar parte de esta creciente tendencia. Podéis llamarme inocente pero todavía conservo la ilusión de la Navidad. Me encanta poner el árbol de Navidad y el Belén puntualmente a principios de Diciembre. Disfruto como una niña cambiando de color los adornos de cada año.

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Entiendo que a muchas personas les produzca ciento desazón al verse obligados pasar una velada con sus cuñados, hermanos, suegras y suegros con los que quizás no tienen mucho en común o con los que mantienen una cierta desavenencia. A mí sin embargo me gusta reencontrarme con todos esos familiares a los que no puedo ver a menudo, a pesar de que sea un encuentro concentrado en dos o tres días. Me basta con ver mucha familia concentrada. Mis hijos a mi lado ya empiezan a ser un lujo que no puedo tener a diario y espero disfrutar de ellos y de todos los que disfruten de estar a mi lado.

 Las comilonas interminables y la ilusión de los niños por el misterio de esos regalos que aparecen en la casa casi en forma de milagro, forman parte de estos días. Este es un ritual que evoca a nuestra infancia y trae en la memoria siempre recuerdos felices. El cerebro siempre nos protege y permite recordar con mayor facilidad las emociones positivas y el mío así debe actuar olvidando vivencias negativas. Ahora que mis hijos son mayores he de reconocer que la magia navideña pierde parte de su chispa. Afortunadamente tenemos de sobrinos y primos que seguro que nos endulzaran estos días.

¿Es la felicidad la ausencia absoluta  de preocupaciones?

En Navidad todos nos deseamos felicidad y eso irrita a los más acérrimos enemigos de estas fiestas. La obligación de ser feliz en una cierta fecha se entiende como una farsa pero no hay tiempos perfectos y la Navidad tampoco lo es.  Quizás he tenido la oportunidad de convivir con grandes tragedias que transcurren en estos días, al margen de esa deseada felicidad mundial y quizás esto es lo que me permite valorar pequeños detalles cotidianos. La enfermedad no entiende de fechas y el cáncer no es una excepción.

Cada año por estas fechas me cuesta aún más comunicar malas noticias en aras de esa deseada felicidad navideña y es por eso que los casos que atendemos en estos días permanecen en nuestra memoria con más fuerza.

Cuando el cáncer a aparece en Navidad

Uno de los  casos que más recuerdo ocurría hace ya unos años. Se trataba de una chica joven que venía para su diagnóstico acompañada de su bebé de seis meses y un niño de escasos dos años de la mano. Darle el diagnóstico de un cáncer de mama un 23 de diciembre puso en jaque a toda la clínica que se volcó con ella.

El año pasado recuerdo el caso de otra mujer joven que aceptó con gran entereza la noticia dando una lección de serenidad a su familia y a todos los que vivimos de cerca su caso. Hace pocos días  me ha hecho feliz saber que ella ya está muy recuperada y a punto de volver al trabajo. Este año no será  diferente y seguro que viviremos de cerca otros casos sin que eso signifique acostumbrarnos a convivir con el dolor que supone descubrir que uno padece cáncer.

Hace unos días descubría este vídeo del testimonio de un pediatra joven que estando de guardia en Noche Buena se enfrentaba al diagnóstico de un tumor cerebral maligno en una niña de cuatro años y como afrontó comunicarlo a los padres. Su testimonio tembloroso me evocaba emociones similares a las que a veces he vivido.

Disfruta de los tuyos

Como os decía a pesar de todo esto me sigue gustando la Navidad. La felicidad para mí no radica en la perfección ni en la ausencia de dolor. Sería imposible parar el sufrimiento de los humanos ni que fuera durante un instante. La felicidad de la Navidad consiste en compartir unos momentos con los nuestros y dejarse llevar por las ganas de sentirnos parte de esa familia. Seguro que podemos estar en desacuerdo con algunos de nuestros familiares pero que creamos tener la razón no debe hacernos perder el placer de compartir una mesa y unas horas juntos. A veces no es fácil y debemos sobreponernos a sentimientos que nos apartan de aquellos a los que tanto queremos. Se trata de sumar emociones positivas.

Mi feliz Navidad

Desde aquí solo me queda recordar a todas esas familias que no podrán celebrar la Navidad con los suyos por estar hospitalizados, a ellos un abrazo enorme y desearles una pronta recuperación. También me gustaría enviar mis mejores deseos a todos esos profesionales de la salud que sacrifican estar con sus familias en estos días para cuidar a los enfermos hospitalizados.

Mi regalo para esta semana: Este vídeo de la asociación Música en Vena que con su música alegran la vida a los que están ingresados y trabajan en los hospitales.